miércoles, marzo 26

..CoMpaÑíA..

Siempre le pasaba lo mismo. Por algún motivo u otro, se le interponía en su camino y, desde hacía un tiempo no había día que no terminara pensando en ella. Dos años hacía ya que su recuerdo lo acompañaba a diario.

A veces era alguna melodía la que la traía de lejos. Otras, su nombre lo sorprendía colado entre las letras de un cartel publicitario. Pero las peores, las que lo dejaban sin aire, eran las oportunidades en las que se cruzaba con su perfume. Ah, si… ahí si que sentía cómo algo dentro suyo dejaba de ser…

Habían compartido más de un centenar de atardeceres, miles de mates, alguna que otra película y mucho silencio. No fueron más de una decena los momentos en que disfrutó a solas de su ser. Su sola presencia lo dejaba mudo, y hasta le constaba mirarla a los ojos.

Era una mujer normal
, sencilla, de esas que suelen pasar desapercibidas. Pero él adoraba como arrastraba sus pies al caminar, producto de su crónico desgano; la forma en que su pelo rozaba su cintura; la mueca que hacía con sus labios cuando estaba nerviosa…. En fin, no era más que una rubia de ojos pardos y mediana estatura, la más normal de todas las rubias del planeta. La más hermosa de todas para él.

Las imágenes que se apoderaban de su mente cuando la realidad dejaba de ser para convertirse en Verónica
, así se llamaba, no eran precisamente las que sus retinas habían guardado de su cuerpo desnudo. No las había olvidado, por supuesto. Si hasta podía repetir de memoria cada pliegue que cortaba la suavidad de su piel, desde su nuca hasta a planta de los pies. Pero no era esa la versión de aquella mujer que más lo paralizaba.

Sus pasos dejaban de sonar a soledad cuando en su cabeza volvía a recrearse
, una y otra vez, la figura de Vero sentada frente suyo en aquel vagón de tren. La luz de la ventana bañaba su cara, como lo hacía en cada diario recorrido de los kilómetros que separan su Remedios de Escalada de la populosa Constitución. Casi nunca interrumpía la contemplación de todo lo que pasaba rápido por el cuadrado de vidrio para mirarlo. Sólo de vez en cuando lo hacía.. con los ojos entrecerrados y la nariz fruncida producto de la leve pero agradable molestia que le ocasionaba la claridad. Adoraba la claridad. Lo miraba así, sólo unos segundos. No hablaba, y volvía a girar la cabeza. Suspiraba. Eso era todo.

Compartían mucho el silencio. Y a pesar de que siempre prefirió el derrochero de palabras sólo por usar el aire, una de las pocas cosas por las que no tenía que pagar en esta vida, con ella era distinto. Ambos disfrutaban del silencio. Aún hoy no sabe dónde hallar las razones para explicar tal hobbie, pero prefiere robarle a Calamaro algunas letras y entenderlo como una “cuestión de amor extraño”.

Dos años ya. Dos años repletos de momentos interrumpidos por la misma imagen. El vagón, la luz de la ventana, Vero y su nariz fruncida. El silencio. Y así pasa el tiempo, a veces sin ella, y a veces con esa especie virtual, aunque potente, de compañía. Siempre en silencio.

2 comentarios:

virginia dijo...

q deleite leerte por dios! soy nueva en este mundo, pero quise expresarme.. como muchos locos lindos que leo diariamente. gracias por brindarte. y hacernos bien con tus textos. me doy la bienvenida. espero me las des tambien.. jeje

virginia dijo...

oh =(, muchas almitas quieren tus letras.. porque hay ausencia? dale, brindate.. brindanos algo.. abrazos de sabado.