jueves, julio 8

Otra vez

--¿Estás mejor o seguís loca?
--Estoy igual

Que cagada. Lo pensó a la distancia y llegó a esa conlcusión: que cagada seguir igual. Creyó que las razones eran las mismas. Bah, diferentes, pero al fin y al cabo las mismas.

La cama está imantada. Y eso no está bueno cuando lo que más busca es despegar. Sería genial que uno pudiera aprender a sentir las sensaciones como lo hace con el andar en bici o conducir un auto. Esas son cosas que no se olvidan. Pero nunca se sabe qué hacer, qué decir, a quien buscar, de donde saltar, para vovler a sentir cómo es flotar.

--Yo floté, ¿sabés?
--¿Qué?
--Que floté. Miles de veces. La última duró un montonazo. Andaba por la vida flotando. Era tan liviana como una pluma. Le hacía cosquillas a todos los que rozaba, como una pluma. Ahora soy de plomo. Y estoy tan fría que espanto a los que toco.
--Yo también. Debe ser el clima.
--Para mí, es la espera.

No puede ser que duela tanto. Me cago en esta mecánica de funcionamiento. Te dije que no me gustan las sorpresas, ni la intriga, ni la incertidumbre. Te lo dije a vos; se los dije a todos. Tampoco me gusta la niebla. No ver. No encontrar. Me da miedo.

Escuché por ahí que el infierno es uno mismo; que los otros no son más que proyecciones.

Otra vez, igual que antes. Que cagada. Otra vez.