jueves, septiembre 24


La incertidumbre le va ganando la batalla al miedo. Poco a poco, el miedo desaparece, pero la sensación no es mejor.
Bucea y bucea entre recuerdos, entre momentos resguardados dentro suyo.
Ríe cuando desempolva algunos de ellos; otros le rasguñan la piel del alma y eso le duele un poco. Aguanta. Continúa.
Y hay quienes la escuchan en sus intentos de poner en palabras todo eso que se le abarrota en los bronquios y no deja que el oxígeno pase, y no la entienden.
Le dicen que está estancada, que no se anima a dar un paso más.
Reflexiona hasta en sueños.
Se habla a sí misma, se piensa y se reformula.
Despierta de a ratos y descarga angustia en besos.
Cambia de a horas.
Por momentos pisa el acelerador y la velocidad la marea. Tan rápido va, que se choca con todos y con todo. Intenta remontar vuelo sin éxito. La brea de la calle le pegotea la suela de los zapatos y la retiene.
Entonces, se arrodilla en el suelo y gatea. Se arrastra como un caracol, y al menor contacto con el mundo se enrolla sobre sí hasta meterse dentro de su coraza. Nadie puede molestarla en su cueva de verdades que son mentiras. Y la calle se vuelve inmensa.
Qué, si no sale cómo lo esperabas. Qué, si probaste y no te gustó. Qué, si probaste y no les gustó. Qué si das ese maldito paso más. Pedís a gritos poder escapar de la protección, pero ni siquiera sos capaz de correr ni un mínimo riesgo. Ni el más minimísimo de todos: ser.
Reflexiona entre sueños.
Se habla, se piensa y se reformula.
Despierta de a ratos y cura su angustia con besos.