sábado, agosto 16

..EntReSueÑo..



Succiona la toxina. La sostiene en su interior. Y la expulsa despacio, mientras sus ojos observan como el humo escapa de su boca, por debajo de la punta de su nariz (es lo único de ella que entra en el encuadre de su vista).
Levanta la cabeza y se encuentra con la claridad de la mañana que, partida en bloques por las persianas, invade su cuarto…
Desecha la decisión de levantarse y arrancar con los deberes del día. Se deshace del pantalón que se había puesto antes de encender aquel cigarrillo. Flexiona un poco más las rodillas, haciéndose un ovillito, estira los empeines y con los dedos de los pies abre de a poco las sábanas. Se desliza dentro de ellas, despacio. Lentamente, para disfrutar cada segundo. Pero, más que nada, para no despertarlo...
Cuando ya está completamente tapada gira sobre su eje, acomoda la almohada entre su hombro y su cuello. Cierra los ojos, mientras su boca dibuja una leve sonrisa. Suspira etrecortado, como si se ahogara. Y se entrega a extender el entresueño mil millones de horas más.

jueves, agosto 7

..nAdA..


No es flaca. No es gorda.
No es rubia ni morocha.
Ni colorada.
No sobresale del resto por su altura.
Tampoco se arrastra al ras del suelo.
No huele a limón. No a fresas ni a jazmín.
No deja estela de su aroma al pasar…
No tiene en sus ojos pedazos de cielo, ni de hielo.
Ni negros trozos de la misma noche.
No es voluptuosa. Ni amorfa.
No es insulsa. No es incolora. No es desabrida.
No es tierna, ni suave.
No viste elegante ni arrastra jirones.
No tiene voz, ni risa, ni llanto.
No busca, ni desea ser encontrada.
No quiere paz, no tiene calma.
No juega. No hace planes.
No tiene táctica ni estrategia.
No es joven. Tampoco niña o vieja.
No espera. Y, sin embargo, desespera.
No es nada.
Nadie.

miércoles, agosto 6

..TenSiÓn..


-Son tiempos de ansiedad –se repite a sí misma, a cada rato-. Ya van a pasar.
Aprieta el pañuelo que guarda en el bolsillo de su camperón y sin darse cuenta, clava las uñas en la palma de su mano de una manera tan fuerte que deja marcas.
Le cuesta salir a la calle, pero no le queda otra. Debe ir a trabajar. Debe hacer las compras para poder tener provisiones con las que cocinar algo al regreso de cada jornada. No obstante, recordó que anoche, antes de soñar no sé que cosas horribles, había pergeñado un plan bastante correcto para reducir al mínimo necesario las salidas al chino que quedaba a dos cuadras de su casa.
¡Dos cuadras!... No importa, era peligroso. Todo era peligroso. Hasta la más mínima distancia.
Antes de abandonar la cálida protección de su hogar (cálida sólo por llamarla de algún modo. Hacía un mes que había apagado las estufas de la cocina y del cuarto por miedo a que se produzca un escape de gas y no lo notara a tiempo) decidió comenzar a escribir una lista de los alimentos, y de otras cosas que se iban acabando, como para hacer las compras una vez a la semana. Y, si era posible, una vez cada dos… Cuanto menos pisara la calle, mejor.
Es que no soportaba los pasos que la seguían todos los días. Los escuchaba siempre, pero no lograba descubrir quien era que la controlaba de cerca ya que desaparecía cada vez que ella giraba para sorprenderlo. Tardaba demasiado en darse vuelta…
A veces –sólo unas pocas- recordaba aquello que le había dicho su mejor amiga (¡cuánto hacía que no la veía!). Eso de que tratara de tranquilizarse; que los pasos, las miradas indiscretas, la sensación de sentirse dentro de una cajita vidriada controlada por él las 24 horas, no era más que un producto de su imaginación, de su estado de tristeza por el desarraigo… De la falta, completaba ella a viva voz las palabras de su amiga que resonaban aún en su cabeza.
Entonces volvía a apretar el pañuelo, más fuerte aún, Tanto, que hacía temblar su brazo. Solo relajaba un poco cuando pisaba los escalones que la llevaban hasta el hall donde, cinco pisos más arriba, se olvidaba del mundo. Todos los días.
Así, todos los días….