domingo, enero 11

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Amaneció por culpa de un rayo de sol que, obstinado, persistía en su afán de querer colarse por la rendija de la persiana.
Culpa del mismo haz de luz fue que sus ojos descubrieran algo distinto en esa realidad que la rodeaba desde hacía tiempo.
Hermosa revelación la de aquella mañana…
Recorrió con ellos la piel de ese ser que descansaba aferrado a su cintura.
Cada centímetro avanzado le traía cataratas de recuerdos.
Podía sentir como el pecho se inflaba hasta estallar. Y, de repente, la necesidad imperiosa de escapar, de pegar un salto y volar.
Cerró los ojos y se aferró con fuerza a ese mundo recién descubierto, como si ese fuera el pasaje que pudiera teletransportarla hacia donde todo aquello pudiera ser del todo real.
Y pestañó…
Se encontraba en el mismo lugar…
Sonrió. Suspiró…
Y volvió a dormirse.

jueves, enero 8


Es como abrir un telón, como descubrir la luz de la mañana detrás de aquellas pesadas cortinas. Como un suspiro tan profundo que hace que el aire oxigene cada mínima célula del cuerpo. Algo parecido a mirar al cielo y descubrir una inmensidad celeste tan poderosa que apabulla. Hipnotiza. Idiotiza.
Es como deshacerse del dolor a carcajadas; como exprimir cada segundo de alegría a los llantos; como encontrar la posición perfecta para dormir en algún recoveco de su cuerpo. Transporta.
Es como jugar a descubrir estrellas entre las ramas de los árboles; como caminar descalzo y sentir el universo en la planta de los pies. Agrada. Estremece hasta erizar la piel.
Recarga.
Tiene el sabor de una meta alcanzada o de una verdad descubierta. Tiene la fuerza de un abrazo cuyo único objetivo es traspasar fuerza.
Deslumbra. Paraliza.
Da valor, da calor. Engaña y se disfraza. Me engaña y se disfraza.
Sólo se deja ser por las noches, o cuando ve un lugar a las sombras del mundo, a oscuras, o cuando le escapa a las ataduras invisibles. Se convierte en sonido, en risa, o en mirada. A veces duele, siempre mata.
Pero a veces es tan intenso que quiebra las barreras de la piel y comienza a derramarse por los poros. Entonces lo pierdo a medida que camino, de a gotas, sin darme cuenta. Y me hace renacer.