lunes, septiembre 27

El reflejo

Luciano despertó sobresaltado. El pelo mojado que se agarró cuando llevó las manos a la cabeza para acompañar la puteada por quedarse dormido lo tranquilizó. Ya estaba bañado. Una cosa menos.
Le quedaban los minutos suficientes como para llenar la mochila con papeles que sólo pasearían en ella, lavarse los dientes y correr al tren.
Qué sueño de mierda.
La siesta nunca le regalaba buenas sorpresas. Su vida y sus protagonistas terminaban por enredarse de la manera más macabra.
Abrió la puerta del baño con bronca y frenó el impulso frente al espejo.
Su rostro se desvaneció cuando hilvanó los vestigios de ese mal sueño.
¿Qué verá?
Los rasgos, los mechones oscuros sobre la frente, los ojos negros y ojerosos dejaron paso a los azulejos ocre, que aún sudaban el vapor de la ducha caliente.
Paranoiqueó.
¿Qué carajo verá cada vez que lo mira? Si todo él desaparecía para sí al intentar descubrirse.
Silencio. Eso ve. Eso le devolvían sus ojos cuando Luciano los encontraba. De casualidad, siempre. Porque era experta en esquivar.
Un silencio ensordecedor, furiosamente mudo. Neutro, letal.
Nunca se llevó bien con el silencio. Porque la tranquilidad se le parece mucho, pero tiene otra melodía. Tiene un sonido, aunque sólo uno lo escuche. Tiene formas de ser, la paz. De caminar, de hacer. Tiene aroma, tiene actitud.
Lo que le retornaban sus ojos era el ruido distorsionante del silencio como vacío. Ese tono insoportable del no retorno.
La melodía de su paz desaparecía cada vez que atrapaba su mirada furtiva. Como cada vez que la siesta acababa en forma de hachazo.
Luciano no podía verse sino a través de los ojos de aquella que siempre huía.
Por eso el espejo le negaba su rostro.
Por eso, los azulejos.

jueves, julio 8

Otra vez

--¿Estás mejor o seguís loca?
--Estoy igual

Que cagada. Lo pensó a la distancia y llegó a esa conlcusión: que cagada seguir igual. Creyó que las razones eran las mismas. Bah, diferentes, pero al fin y al cabo las mismas.

La cama está imantada. Y eso no está bueno cuando lo que más busca es despegar. Sería genial que uno pudiera aprender a sentir las sensaciones como lo hace con el andar en bici o conducir un auto. Esas son cosas que no se olvidan. Pero nunca se sabe qué hacer, qué decir, a quien buscar, de donde saltar, para vovler a sentir cómo es flotar.

--Yo floté, ¿sabés?
--¿Qué?
--Que floté. Miles de veces. La última duró un montonazo. Andaba por la vida flotando. Era tan liviana como una pluma. Le hacía cosquillas a todos los que rozaba, como una pluma. Ahora soy de plomo. Y estoy tan fría que espanto a los que toco.
--Yo también. Debe ser el clima.
--Para mí, es la espera.

No puede ser que duela tanto. Me cago en esta mecánica de funcionamiento. Te dije que no me gustan las sorpresas, ni la intriga, ni la incertidumbre. Te lo dije a vos; se los dije a todos. Tampoco me gusta la niebla. No ver. No encontrar. Me da miedo.

Escuché por ahí que el infierno es uno mismo; que los otros no son más que proyecciones.

Otra vez, igual que antes. Que cagada. Otra vez.

lunes, junio 28

Como la culebra


Mutar duele.
Siempre se daba cuenta tarde, demasiado tarde, de los cambios. Como hace con las prendas de las que se despoja a diario, los cambios aparecían y ella los acumulaba en los rincones, con la promesa de que los acomodaría al día siguiente. Y ahí quedaban. Guardando polvo.
Qué pesados estaban hoy.
Despertó con el ímpetu suficiente para poner orden. Y la energía se le agotó en un instante. Es demasiado complicado intentar ordenar consecuencias cuando no se recuerdan las causas. Cuando nunca se encontraron. Cuando se detectaron y se las eligió ocultar.
Colgó dos pantalones en una percha y la imagen de sus ganas voraces la tumbaron en el piso. Viajes devorando libros, noches de dedos en movimiento, el sonido de sus pasos, sostenidos, firmes, constantes. ¿Qué pasó?
Levantó la cabeza y el espejo le devolvió a otra persona. Hoy era otra, y a la vez ella. Las ganas habían quedado en la imagen. La risa, la compañía también. ¿Los sueños? Seguramente los de aquellos tiempos, sí. No se resignaba a convencerse de que fueran los únicos. Hoy no aparecían fácil, pero tenía que tenerlos. En algún lado debían estar.
Y esas ganas… Esas ganas también debían estar. No las encontraba y se sentía una mentirosa por eso. Sin ellas, nada de lo que había prometido, de lo que se había prometido, era posible.
Sin ganas, necesitaba un refugio. Un lugar donde estar a salvo de ella misma.
-¡Mentirosa! Y vos que decías que como uno nadie para cuidarse a uno… Ahora estás con tu una, y te estás destruyendo.
Mentirosa hoy, mentirosa siempre. La imagen se lo demostraba. Ahí estaban sus refugios. Cálidos. En esa imagen, nada le faltaba. ¿Qué pasó?
El silencio le trajo risas. Esas risas le retumbaron en la cabeza hasta hacerla estallar. Cuanto disfrute. Cuanta paz. Cuánto hacía que no reía.

Y encima, el invierno.

Se abrió el pecho al medio y guardó la foto.
Cerró la carne, pero no la piel. Desde ahí, desde ese tajo que desnudaba su mitad, comenzó a tironear. Y entonces sí. Pudo encontrar la fuente que explicara el dolor que sentía desde que había empezado a intentar poner orden. Tantos cambios que reveló la foto no cabían más ahí dentro. Y siguió arrancándose jirones. Ese envase ya no le servía. Había que cambiar de piel.

miércoles, febrero 17

Lista


Rara. No se, estoy como triste. También yo. Me cansa ser tan ciclotímica. Supongo que es por el clima. Influye mucho en mi humor. Nada en especial. Tampoco en mí. Qué extraño. ¡Es el clima! Estoy convencida.No, no. No creo en las casualidades. Sé que hay una causa en mi melancolía. Una o variasEn la mía no. Te juro que me tira el clima. No soy mujer de frío. Yo no soy de soledad. A veces el silencio de la soledad de la rutina me aturde.
Tengo ganas de reir hasta que me duela la panza. Yo, de leer hasta dormirme, con la ventana abierta. Eso hice ayer. Me dormí y desperté a los 15 minutos. Y enganché V for Vendetta y me dormí para siempre. Leí y me enamoré de una mujer. Siento una atracción bastante fuerte por las mujeres.
Todas queremos ser La Maga. Es hermosa La Maga.
Todas queremos ser hermosas.
Yo me enamoro de ella. Siempre, a cada oración. Me fascina esa mujer. Claro.. es distinto. A mí me pasa que me identifico, les robo pedazos. A mi también me pasa a veces. Es eso que vos decís... Eso siento tremendamente, todo el tiempo. Camino por la calle y me desvivo mirando mujeres. A todas les encuentro elementos que envidiarles. Ese sentimiento feo. Lo tengo muy adentro últimamente. La envidia. Es feo, no lo quiero. Que se vaya. Sácalo de ahí...
Sí, es feo. Es como una garrapata que se prendió en mi cuello. Lo ví, pero lo dejé crecer mucho. Me olvidé de sacarla. Me olvidé de sacarla porque no me estoy queriendo demasiado estos días. No sé; no hay por qués. Mi nivel de amor propio asiende y desciende tres millones de veces al día. Qué feo eso. Y en estos últimos no creció lo suficiente. Es normal. Nadie se ama todo el tiempo. No sé si es normal para todo el mundo. Sé que es normal para mí. En mí, es normal que el nivel varíe y también es normal que no esté nunca al palo.
¿Por dónde viene el tema de la envidia? Siento que todos tienen cosas que a mí me harían feliz. De todo, de lo que te imagines. Es mi pasatiempo el encontrar carencias propias en tenencias ajenas. Sos tan clara con lo que te pasa. Río al reconocer lo que me pasa, pero es risa de pena. Sos tan trasparente. A veces uno llora de alegría. Bueno, yo me río de tristeza. No jodas...Es sano, boluda. Es sano, me hace bien. Es un estado, vos no sos envidiosa. No, el problema no es la garrapata, sino que haya "olvidado" de arrancármela del cuello.
¡Escribí! Sacá la mierda...
ESTOY POOOOOOOODRIIIIIIIIIIDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
Quiero ser azafata. Yo stripper. Uy, si, qué lindo. Quiero que fumar no sea perjudicial para la salud, o que por lo menos no le moleste a mi garganta. Quiero que me provoque la misma sensación de placer que hace un par de años atrás. Qué lima. Cuando fumaba uno después de coger y era como darle continuidad al último orgasmo. Quiero fumarme el atado entero que tengo en la cartera. Quiero coger. Quiero tener un par de piernas guardadas en el placard para enredarlas en las mías cada vez que me duermo. Yo quiero tener masa. Y a un hombre perfecto que venga cuando quiero, nada más, cuando quiero. Quiero que exista un aparato que pueda estirar mi cuerpo tanto como sea suficiente para que me deje de dolerme. Un hombre que piense y diga lo que quiero y que me garche y se vaya a su casa. O duerma conmigo si quiero y si no, no.
Yo quiero un hombre que sepa leerme y dibujarme. Y adivinarme. Adoro que me adivinen. Me aterra que me lean, mucho. Porque yo sé leer a la gente. Yo no. No sé si no es que no sé o si la vida se empeñó en hacer de todo lo que yo pienso, creo y supongo, lo contrario. Quieeeeeeeeeeero.... eeemm... Quiero que mi cabeza funcione como antes. Se le quemaron fusibles y no encuentro repuestos. A vivir, nena, a vivir. A disfrutar, a sentir la brisa en el cuerpo, a tirarse un pedo mágico, a tocarse, a quebrar de placer al escuchar un sonido, a sentir el cuerpo al sacarse una remera, a dormir pensando en despertar contenta. De eso se trata. Estás más despierta que nunca, por eso te duele...Descansá un toque, ¡descansá! y recueperá el amor por vos.
Quuuiiiiieroooooo... que venga alguien que sepa tocarme el corazón con sus manos y que no se vaya nunca más. Debería aprender a tocarme yo el corazón. A mí me voy a tener siempre. Pero yo no me toco bien; no soy dulce. Sos dulce con todos, menos con vos. Quiero que venga alguien que sepa como ellos, y que no se vaya nunca más. Ellos te lo tocan, hasta por recordarlos ahora. La gente que te toca el corazón no se va. Están en tu cartera.
Quiero descansar, eso quiero.
Y vos andate. Que nadie te llamó. ¡Andate y no vuelvas!

*¡Gracias, Locura!