martes, diciembre 30

..pArtIdA..


La verdad duele. O es la distancia. Sea lo que sea, duele.
De repente, una nueva existencia no acepta lugar para un nosotros. De repente, ese nosotros nunca fue tal, al parecer. Y así, tan de repente como aparece sobre la mesa, convierte en duda la certeza con la que me aferré a esos días compartidos, y me hace tambalear.
Entonces, ahora ya todo es confuso. Las risas pierden el sonido, las charlas, esa mística tan única que sentía nos rodeaba cada vez que intercambiábamos palabras, y las miradas, su línea de cruce. Mis ojos comienzan a perder a esos otros ojos en los recuerdos… y me duele como si fuera la misma piel la que me estuvieran arrancando.
Dudo, decía, de que haya existido todo aquello, para inmediatamente después pasar a un estado de rabia feroz. Porque sé que nada se construye de a uno, menos algo que cuenta con amor –de cualquier tipo-- como base sólida. Muchísimo menos algo parecido al amor que nos ¿unía? Existió, sí. Fuimos, sí, artífices e intérpretes de todo aquello.
El freno se presionó a fondo, la dirección cambió bruscamente y te lleva. Te aleja cada véz más de eso que una vez fue motivo de acuerdos, de discusiones y entendimientos, de satisfacciones, abrazos, alientos y cagadas a pedos.
Por eso me duele la distancia.
Pero entiendo. O, mejor dicho, comprendo, como aclaró bajo un sol de verano y con olor a despedida alguien cuya partida, que la llevará hacia horizontes más lejanos aún, no implica fin alguno.
Comprendo las decisiones, aunque me es imposible encontrar las palabras justas para dibujar un puente que permita cargar de implicancia a ese alejamiento.
Dejan muchos huecos los silencios. Y entonces todo termina reduciéndose a la desilusión, el aburrimiento o la incompatibilidad irreparable... Sentimientos inexistentes hasta donde termina mi reconstrucción.
Comprendo, sí. Pero no entiendo. O, mejor dicho --y esta vez soy yo la que aclara-- respeto. Porque cada uno es dueño de sus pasos; cada quien sostiene y maneja el lápiz con el que escribe su historia como prefiera.
Nuestras decisiones son las armas con las que nos defendemos de las malas jugadas del destino, y las herramientas que nos sirven para recomponernos, rearmarnos, respirar y seguir luego de las --malas y buenas también-- jugadas de quienes nos acompañan o alguna vez lo hicieron.
Y aún así, le falta algo a tanta comprensión, tanta racionalidad, tanto respeto. La madurez se desmorona y me desnuda.
Me falta ese impulso que antes me hacía creer que podía volar, llegarme hasta tu lado, abrazarte y decirte que te quiero como a pocos, que te extraño horrores, y volver a mi sitio con el pecho inflado.
Quizás sea eso, de todo aquello, lo que más dolor me genere.

martes, diciembre 16

..aLIViO..


“¿Por qué no podés disfrutar?”
La pregunta vino de alguno que la vio pasar, y agregó una cruz más a las que venía acumulando de días, semanas, meses, bajo el título “problemas/conflictos”.
Fue inoportuna la incógnita: lo que menos necesitaba entonces era más palos en la rueda. En una rueda que debía, sí o sí, seguir girando.
Sin embargo, tras comenzar a dar vueltas en su cabeza, se convirtió en algo así como una revelación agridulce. Era cierto: no disfrutaba de nada. Todo era un problema, todo una razón más para hacer más pesado el paso de las horas.
Vivía con una sensación de desgano constante, aunque seguía afirmando que adoraba hacer gran parte de todo lo que consumía su tiempo. Los primeros momentos de cada actividad, eran los peores. Costaba demasiado arrancar, mientras que lo demás se sucedía solo, cosa que también odiaba que pasara.
No lograba dilucidar la razón por la que siempre terminaba convirtiendo todo en un suplicio.
Quizás el motivo era eso de pensar que la rueda debía seguir girando. ¿Por qué? ¿Por qué no frenar?
O por ahí el problema pasaba por otro lado, por aquel recoveco de su cabeza que la obligaba a hacer todo como lo quieren los demás.
Si, quizás era eso.
Empezaba siendo ella, pero terminaba dejando de serlo. Siempre se manejó a través de esquemas no propios: amó según reglas ajenas, sintió como los demás, vio a través de otros ojos. Decía según las necesidades de otros, miró, escuchó y hasta sintió a sus maneras. Ahora, escribía según los gustos de los otros y hasta ¿pensaba como otros?
“Siempre esperando el 10, que nunca llega”, le dijo, mientras comenzaba a entender algo de todo aquello. El que llegó, en ese momento, fue el alivio. Una sensación parecida a la paz, que no corría por sus venas hacía tiempo.

domingo, noviembre 23

...oTrA...


Camina mirándose los pies descalzos. Gira en ángulo recto, tal como indica el camino de lozas color arena, hasta llegar al lugar indicado.
No levanta la vista, no quiere mirar lo que tiene enfrente. No se anima.
Da un paso con el pie izquierdo, y el derecho va luego a su encuentro. Los dedos desnudos, en el aire, se doblan aferrándose al borde, marcando el comienzo del ritual. Casi al unísono se agolpan la flexión de rodillas, la gacha de cabeza sobre la que se unen, palma con palma –como formando un cofrecito--, los brazos extendidos, para culminar en un envión que eleva el cuerpo. Ahora las manos son las guías, que van dibujando una parábola en el aire cuyo y obligan al cuerpo a seguirla.
El fin se precipita.
Con los ojos cerrados y sin pensar más que en la perfección de cada movimiento, se zambulle en ese universo desconocido.
De lleno.
(…)
Y allí nada… en la nada misma.
(…)
Adora hacerlo. Si la vida se lo permitiese, se quedaría horas allí dentro, recorriendo cada hueco que esa sustancia –por nombrarla de alguna forma-- logra generar sin necesidad de moldes, por las características de su composición misma.
La arrolla, la abraza, la invade ese cuerpo volátil y denso a la vez, convirtiéndose en el mejor habitat. Un elemento conformado por infinidad de minúsculas partículas que son, a la vez las más interminables incógnitas. La sorprende en cada ocasión, sin importar, menos, los esfuerzos que realiza luego para fijar en su memoria cada uno de sus detalles.
Y nada, se pasea por ese universo hasta donde le da el aire, hasta donde alcanza su alma.
(…)
Hasta ahí.
(…)
La zambullida se completa y, de a poco, los pulmones se vacían ejerciendo cada vez más presión en la cabeza. Es momento de salir a la superficie, al mundo de los que disfrazan al amor de razón; a la razón de instinto y a éste último de complicidad. A ese donde la entrega y la pasión son sólo detalles molestos.
Empapada de misterios, chorreando encrucijadas ajenas que de tanto intentar resolver se volvieron propias, recorre el mismo sendero de regreso.
Tal cual lo dibujan las lozas color arena. Y sin levantar la cabeza, por miedo a enfrentarse a todo aquello que tiene enfrente, camina lento mientras intenta, con fuerza, fijar cada nuevo detalle descubierto.

jueves, noviembre 13

*Y lUeGO vOs...

*Por mamá Mabel
Al abrir la puerta, aquella noche, entraron la tristeza, el cansancio y luego vos.
Me impresionó ver tu mirada; tus veintitantos años se doblaban en ella.
Siempre hablaste con tus ojos y esta vez no fue distinto. Tu alma salía por ellos pidiendo ayuda.
Dejaste tus mochilas, la visible y la invisible, siempre cargadas. Te sacaste despacio el abrigo y me abrazaste fuerte, muy fuerte. Pensé que no me soltarías nunca.
-¿Qué pasa?- pregunté. No hubo respuesta. Sabía que las palabras tardaban en llegar por que habían cedido su lugar a las lágrimas. Tus lágrimas, que eran las mías. Dejé que corrieran por tus majillas y que regaran silenciosamente mi cuello, saladas, transparentes sinceras. Navegamos por ellas un rato hasta que se fueron yendo tan silenciosamente como habían llegado.
El abrazo seguía, apretado, tibio, intenso, no quería soltarte, tal vez porque necesitaba pasarte mi energía, mi amor incondicional o quizás tenía miedo de enfrentarme a tus palabras, sabía que vendrían después de las lágrimas.
-Me voy- dijiste.
-¿Por qué?- pregunté.
El inicio del diálogo fue tenso, opaco, duro. Una intensa emoción hacía que sólo salieran monosílabos de nuestras bocas.
-¿Y adónde vas? Que increíblemente estúpidas sonaban mis preguntas. Claro que sabía a donde ibas, claro que sabía que ya no ibas a estar más cerca de mí.
En realidad lo que debía haberte preguntado, lo que mi corazón gritaba a los cuatro vientos era un “¿Ya?” Sí. Había llegado el momento, lo sentía en mis entrañas.
Mi cabeza daba vueltas. Era tan poco el tiempo que había pasado desde que me comunicaste la idea de irte tan lejos. Te confieso que al principio pensé que todo iba a quedarse en eso, algo descabellado, utópico, loco. Quijotesco sueño, bello y generoso pero lejano, imposible de concretar.
Sin embargo, cómo pensar eso viniendo de vos.
Sentí que estallaba en mil pedazos, mi cuerpo se separaba de mi alma solo para huir de ese lugar, no quería escuchar más, no quería saber más. Así como lejanas tus palabras resonaban en mis oídos.
-Ya me mandaron un mail, me están esperando, desde ayer está depositada la plata del pasaje en mi cuenta, mañana voy a averiguar cuando hay vuelo y que posibles combinaciones puedo hacer para no gastar toda la plata del pasaje…y qué se yo cuantas cosas más.
Mi cuerpo estaba allí pero yo no. No quería escuchar, no quería saber.
¿Qué iba a ser de vos, mi chiquita?, ¿quién iba a cuidarte, a protegerte, allí dónde fueras?
¿Quién iba a estar cuando llegaran tu cansancio, tu angustia, tus fracasos?
¿Quién iba a recibir tu felicidad, tu sensación de haber avanzado un paso adelante en la vida, tus logros?
¿Quién, iba a verte dormir, silenciosamente acariciándote con la mirada largo rato, pensando en lo increíblemente bella que sos?
Finalmente te fuiste. Tardé en darme cuenta que nuestro amor pasaba por otro lado, que iba mucho más allá de esperarte, cuidarte, acariciarte con el alma, reir tu risa y llorar tus lágrimas. Todo eso en realidad lo necesitaba yo, y vos, pequeña gigante, me lo dabas generosamente .
Que egoísta… que infame este amor mío que quería retenerte, a toda costa, a pesar de tus sueños, de tu libertad.
Creo que me enojé, que se enfermó mi cuerpo y mi alma, todo era válido para retenerte, ya ni me acuerdo.
Te fuiste igual. Pasé por todos los estados de locura posibles, depresión, rabia, abandono, euforia, devuelta depresión. Me perdía en las calles esperando encontrarte en cualquier esquina, hablaba con vos hasta el cansancio en largas madrugadas como si estuvieras ahí al lado mío te contaba cosas de tus hermanos, de tu papá. Amanecía en tu cuarto intacto, solo allí todavía podía respirar tu olor. Me abrazaba a tu almohada y te abrazaba a vos, tocaba tus libros, miraba las fotos que habían quedado vistiendo las paredes. Allí estaba tu vida hasta que te fuiste. No me atrevía ni siquiera a tocarlas por miedo a que se cayeran y no pudiera volver a ponerlas en el lugar exacto en que vos las habías dejado.
De vez en cuando recibía noticias tuyas. Nos contabas de logros, de proyectos, de tu nueva vida. No me importaba. Yo seguía buscándote en mis delirios; seguía contándole cosas a tu almohada, hablándole a tus fotos.
De nada sirvieron palabras, discusiones, sesiones de terapia, medicamentos, abandonos, reclamos, pase de facturas de la gente que debía lidiar conmigo y mi locura cada día. Ellos se fueron acostumbrando a mis ausencias y yo a no necesitarlos más. Ya casi ni salía de tu cuarto, sólo allí era feliz, sólo allí me sentía viva, sólo tus recuerdos me servían para seguir otro día más, sólo hablaba con ellos. No esperaba encontrarte en cualquier lugar, porque vos estabas allí.
Empecé a sentir voces. Extrañas voces que se parecían a la tuya. Al principio no eran más que murmullos, pero finalmente se hicieron más claras. Me pedían que volviera. “No podés seguir en ese mundo poblado de ilusiones, de imágenes pasadas, inexistentes -me decían-. Entendé que hay seres que te esperan. Yo te espero, te necesito. Porque, ¿qué soy yo, mas que eso que vos quisiste que fuera? Soy el resultado de los valores que vos sembraste en mi, ni más ni menos y ahora ni siquiera me dejas alcanzarte para contarte que a pesar de la distancia, estás conmigo permanentemente, que estás cerca de mí siempre, que cada logro te lo dedico y que en cada fracaso necesito recurrir a tus palabras guardadas en mi alma para seguir adelante”. Una y otra vez, repetían “volvé, volvé… mamá volvé”.
-Mamá, mamá… volví. Te quedaste dormida, ¿por qué no te acostaste?, te dije que llegaba tarde del diario- me dijiste sacándome los anteojos y acariciándome el pelo- Andá a dormir, dale que mañana tenés jardín.
-Hola hija,¡ uy, que tarde que se hizo! Comé algo- dije cuando me estaba yendo a mi habitación pensando en el sueño que había tenido. “Es tarde mejor mañana se lo cuento”, pensé…Parecía tan real.
Vos, te quitaste las dos mochilas, la visible y la invisible que siempre estaban tan cargadas, te sacaste lentamente el abrigo, y te pusiste a comer. “Mañana tengo que hablar con ella para contarle que el proyecto del que habíamos hablado finalmente se dio. Tengo que viajar”… y me fui escaleras arriba.

martes, octubre 21

..aIrE..




La encontraba en todos lados. Estaba cansado de toparse con sus rastros, de tropezar con el sonido de su voz susurrando las letras de una canción, de hallarla en el título de algún libro descubierto por casualidad, o incluso de despertarse en medio de la noche creyendo sentir que la punta de su nariz rozaba su omóplato.
Poco a poco, la repetición cotidiana de tales exabruptos dejaban de ser el manoseo de heridas a cielo abierto, la invasión de un viento helado, o la fuerza inquebrantable de la angustia impidiendo la movilidad, el grito, el llanto, la respiración. Y comenzaba a acostumbrarse a convivir con la pesada presencia de su ausencia.
Habrá que aprender a vivir amarrado al suelo, pensaba –y se engañaba-- cuando, cada mañana hacía fuerza para arrastrar las piernas, que se volvían pesadas tras echar un vistazo a la cama vacía.
Las alas se las había llevado quien le había enseñado a volar.
Pesados, lentos, simulaba creer en la firmeza creciente de sus pasos y en el camino que, suponía, era en subida hasta que se recostó en el sillón y hundió la cara aquel almohadón, el último objeto que tuvo el privilegio de aquella piel.
Volvió y lo golpeó una vez más, ahora convertida en perfume. Nunca hasta entonces había tomado esa forma, la más peligrosa de todas. Entremezclada en el aire que se respira, el único escape era dejar de consumirlo. Dejar de respirar.
En pocos segundos se le metió por la nariz y despertó los recuerdos que, convertidos en demonios, regresaron. Todos juntos.
En forma de dedos le cubrieron los ojos, le taparon los oídos y le sellaron la boca.
Con la nariz libre, pegada a la tela, suspiró una vez más. Profundo, bien profundo.
Fue entonces cuando los últimos dos dedos libres de aquellas manos endemoniadas apretaron los agujeros hasta ya no permitir la respiración.
Una vez más, no pudo resistirse a la suavidad. A esa suavidad con la que ella solía acariciarlo siempre que lo rozaba…

miércoles, octubre 1

...dESieRtO...


Si estiraba un poco el brazo, podía llegar a rozar el final del día. Si, así de cerca estaba. Se paró. Cubrió su remera con un pulover, a éste con la campera para cielos lluviosos y envolvió su cuello con el pañuelo de siempre. Guardó los vidrios que protegen sus ojos del mundo. Se los refregó. Los sintió chiquitos, cansados. Calzó el peso del bolso sobre su hombro, que se sumaba al que cargaba sobre sus espaldas sin cesar, y salió a la ciudad.
Ella la esperaba oscura, increíblemente inmensa.
Prendió un cigarrillo y miró a su alrededor. Sintió que la mataba el miedo. Necesitaba tanto encontrar un lugar dónde esconderse y lo único que la urbe le ofrecía era desierto. Ni un árbol. Ni siquiera una baldosa suelta para meterse debajo.
El humo no pasaba de su laringe. La presión con la que se le había cerrado el pecho no permitía a sus pulmones hincharse. Apagó el pucho con la suela de la zapatilla y sintió como sus pestañas se vencían en la pulseada por retener la gota de agua salada.
Luego de varias centenas de pasos volvió a estirar el brazo, esta vez con los dedos abiertos, preparados para aferrarse al fin tan esperado. Los cerró en el aire. La meta estaba, pese a sus ganas, cada vez más lejos.
Se abrochó la campera hasta arriba y, con el mismo envión, usó una de las mangas para secarse las mejillas. Hacía frío y el viaje iba a ser largo. Muy largo.

sábado, agosto 16

..EntReSueÑo..



Succiona la toxina. La sostiene en su interior. Y la expulsa despacio, mientras sus ojos observan como el humo escapa de su boca, por debajo de la punta de su nariz (es lo único de ella que entra en el encuadre de su vista).
Levanta la cabeza y se encuentra con la claridad de la mañana que, partida en bloques por las persianas, invade su cuarto…
Desecha la decisión de levantarse y arrancar con los deberes del día. Se deshace del pantalón que se había puesto antes de encender aquel cigarrillo. Flexiona un poco más las rodillas, haciéndose un ovillito, estira los empeines y con los dedos de los pies abre de a poco las sábanas. Se desliza dentro de ellas, despacio. Lentamente, para disfrutar cada segundo. Pero, más que nada, para no despertarlo...
Cuando ya está completamente tapada gira sobre su eje, acomoda la almohada entre su hombro y su cuello. Cierra los ojos, mientras su boca dibuja una leve sonrisa. Suspira etrecortado, como si se ahogara. Y se entrega a extender el entresueño mil millones de horas más.

jueves, agosto 7

..nAdA..


No es flaca. No es gorda.
No es rubia ni morocha.
Ni colorada.
No sobresale del resto por su altura.
Tampoco se arrastra al ras del suelo.
No huele a limón. No a fresas ni a jazmín.
No deja estela de su aroma al pasar…
No tiene en sus ojos pedazos de cielo, ni de hielo.
Ni negros trozos de la misma noche.
No es voluptuosa. Ni amorfa.
No es insulsa. No es incolora. No es desabrida.
No es tierna, ni suave.
No viste elegante ni arrastra jirones.
No tiene voz, ni risa, ni llanto.
No busca, ni desea ser encontrada.
No quiere paz, no tiene calma.
No juega. No hace planes.
No tiene táctica ni estrategia.
No es joven. Tampoco niña o vieja.
No espera. Y, sin embargo, desespera.
No es nada.
Nadie.

miércoles, agosto 6

..TenSiÓn..


-Son tiempos de ansiedad –se repite a sí misma, a cada rato-. Ya van a pasar.
Aprieta el pañuelo que guarda en el bolsillo de su camperón y sin darse cuenta, clava las uñas en la palma de su mano de una manera tan fuerte que deja marcas.
Le cuesta salir a la calle, pero no le queda otra. Debe ir a trabajar. Debe hacer las compras para poder tener provisiones con las que cocinar algo al regreso de cada jornada. No obstante, recordó que anoche, antes de soñar no sé que cosas horribles, había pergeñado un plan bastante correcto para reducir al mínimo necesario las salidas al chino que quedaba a dos cuadras de su casa.
¡Dos cuadras!... No importa, era peligroso. Todo era peligroso. Hasta la más mínima distancia.
Antes de abandonar la cálida protección de su hogar (cálida sólo por llamarla de algún modo. Hacía un mes que había apagado las estufas de la cocina y del cuarto por miedo a que se produzca un escape de gas y no lo notara a tiempo) decidió comenzar a escribir una lista de los alimentos, y de otras cosas que se iban acabando, como para hacer las compras una vez a la semana. Y, si era posible, una vez cada dos… Cuanto menos pisara la calle, mejor.
Es que no soportaba los pasos que la seguían todos los días. Los escuchaba siempre, pero no lograba descubrir quien era que la controlaba de cerca ya que desaparecía cada vez que ella giraba para sorprenderlo. Tardaba demasiado en darse vuelta…
A veces –sólo unas pocas- recordaba aquello que le había dicho su mejor amiga (¡cuánto hacía que no la veía!). Eso de que tratara de tranquilizarse; que los pasos, las miradas indiscretas, la sensación de sentirse dentro de una cajita vidriada controlada por él las 24 horas, no era más que un producto de su imaginación, de su estado de tristeza por el desarraigo… De la falta, completaba ella a viva voz las palabras de su amiga que resonaban aún en su cabeza.
Entonces volvía a apretar el pañuelo, más fuerte aún, Tanto, que hacía temblar su brazo. Solo relajaba un poco cuando pisaba los escalones que la llevaban hasta el hall donde, cinco pisos más arriba, se olvidaba del mundo. Todos los días.
Así, todos los días….

viernes, julio 4

..FrÍo..


Sentado frente a la pantalla, la única “mujer” que se le entregaba sin chistar, estaba esa mañana. Le costaba respirar, se sentía ahogado, y ya había espiado el reloj más de seis veces. Cómo si sólo ese gesto bastara para obligar a las agujas a que se movieran más rápido. Quería que volaran.
El ruido de la llave en la cerradura fue el primer cachetazo despabilador. Con el portazo llegó el frío polar. Sabía que estaba todo perdido cuando escuchó los pasos.
¿O los presintió? Ahora que lo piensa, se confunde. Cree estar casi seguro de que la puntada que aún no lo abandona comenzó a cortarle la respiración unos segundos antes de percibir ese caminar.
Tac, tac, tac…
No cabían dudas. El “hola, ¿cómo va?” lo confirmó. No tuvo tiempo de ensayar un escudo que lo protegiera, cuando aquel cuerpo atravesó la puerta de la habitación.
-Buenas…
-Hola..- atinó a decir, temeroso de esa palabra reflejara el dolor.
-Sólo vengo a buscar lo que falta.
No pudo evitarlo y giró sobre las ruedas de su asiento. Súbitamente. La asustó. Creyó haber estado una eternidad mirándola, calcando en sus retinas esa perfecta cara de asombro. Hubiera querido decirle lo linda que estaba. Pero no. Sólo tartamudeó un par de palabras.
-Si no dejaste nada. Si te llevaste todo.

jueves, junio 26

..¿Te ConOzCo?..


Mirame. Recorreme con tu vista. Posá tus ojos en los míos.
Ahora volveme a mirar, pero esta vez prestame atención. Reconoceme en esa persona que tenés enfrente, aunque te cueste.
Hola, acá estoy, esta mujer soy; la que intenta explicarte con palabras y con actos las ideas que la conmueven, le movilizan hasta la última célula de su cuerpo y la empujan a querer crecer cada día un poco más, a aprender cada día un poco más, a querer ser cada día un poco más eso en que está transformándose de a poco. la que de a poco, y al ritmo que ella misma los construye, te va contando cuáles son sus valores.
¿Te duele? Sí, lo sé. Te sorprende, te preocupa. ¿Por qué? Si podemos ser distintos y amarnos igual. Si podemos compartir cada vez menos ideas y seguir manteniendo, aún, este amor que nos unió sin preguntarnos si teníamos ganas de ocupar estos lugares en la Tierra.
Soy este ser, completo, distinto a vos. Y ya no me paro delante tuyo, ya no necesito que me cubras la espalda, sino que me abraces de tanto en tanto. Ahora puedo pararme a tu lado, y ya no necesito que me marques el camino.
No intentes darme explicaciones; ofreceme herramientas para que entienda tu punto de vista.
No me desafíes, invitame a charlar.
No me descalifiques sin antes escuchar qué tengo para decir.
Y ya nunca, pero nunca, me condenes por no pensar como vos. Porque hoy puede ser que me calles por esta puta debilidad que tengo para justificar mi argumento, con la potencia de tus palabras y tu excelente cintura.
Pero de ninguna manera pienses que me conformás, que me convencés ni que apagás lo que se prende fuego adentro mío cada vez que negás mi verdad.
Todo lo contrario, lo avivás. Y no es conveniente, creo, para ninguno de los dos, ni que vos niegues mi verdad, ni que yo me prenda fuego.
Porque hoy me callo, sí. Siento el culo en la silla y me callo para leer, para aprender mucho y más que mucho. Y para, luego con todo eso, hacer trizas lo que me decís, aquello que me dijiste, y eso que me vas a decir. Porque no hay vuelta atrás, ya soy esto que soy y vos sos eso que sos, así que es mejor no confrontar y, en cambio, intercambiar.
Tranquilizate un poco y escuchame. Mi´rame de nuevo. Volvé a conocerme, ahora como alguien que se paró fuera de tu manto, en otro lugar. Observame en ese lugar desde el que elegí hablarte, hablarles a los demás, trabajar, vivir.
Y entendé, por favor, que puedo pensar por mí misma. Que sé tomar mis propias decisiones y que busco y buscaré siempre herramientas y fundamentos para defenderlas. Nadie me arrastró hasta aquí y nadie me lleva amarrada de una soga. Vine sola y sé caminar sola, cosas que no cambian por el simple hecho de que ambas cosas las haya compartido con otras personas.
Y pude hacer todo eso que te cuento, y busco ser todo eso que te cuento, y pienso de la manera en que lo hago, porque creo en todo aquello.
Quizá, tus pasos hayan transitado este camino y se hayan ido desilusionados hace tiempo. Quizá no quieras que me pase lo mismo y me quieras ahorrar penas y dolores.
Pues, no me importa. Hagas lo que hagas, y por más de que me duela (no creas que me es fácil) la rueda ya empezó a girar y yo con ella.

jueves, junio 19

..CaMinO..


La noche los sorprendió, como tantas otras veces, juntos. Y, como todas esas otras veces,
los invadió la sensación de que un reflector los iluminaba desde arriba, cuando la oscuridad lo cerraba todo.

Nunca supieron de dónde venía el haz. Y si bien ninguno de los tres nunca se preocupó por averiguarlo, la dama del grupo prefirió localizar el origen de ese calor lumínico en el amor que nació entre ellos; en la hermandad que los unió luego de veinte años de vidas separadas.

Iban camino a ningún lado, pero juntos. En silencio, mirando al oscuro horizonte. Sin embargo la ausencia de sonidos no traía incomodidad entre ellos. Por el contrario, a ella la llenaba de orgullo. Para ella, que siempre sintió al silencio como una soga que presionaba su cuello hasta dejarla sin aire, poder compartir horas enteras con dos seres de su misma especie sin utilizar necedades sonoras era la gloria.

De repente, la voz de uno del trío quebró la paz.

Vayámonos.

Olvidándose del camino que tenía en frente, la responsable del rumbo de las cuatro ruedas que los transportaban corrió la vista del cemento y deslizó un incrédulo ¿adónde? a través de su boca. Y dejó que fueran sus ojos los que demostraran que ese punto no le importaba en lo más mínimo; que si esas cuatro manos la llevaban, cualquier destino del mundo era el indicado.

A cualquier lado, respondió el dueño de uno de esos pares de manos en los que ella tanto confiaba.

Una sonrisa invadió la cara de esas tres almas encerradas en un Renault 12 blanco modelo 94 que, en el medio de una noche negra de abril, brillaba iluminado por un potentísimo haz de luz. Más potente que el mismo sol.

viernes, junio 13

..vIdA..


La quiere, pero no la busca. (No se anima a buscarla). La busca, la encuentra… y la deja ir. La invita a perderse dentro suyo cada vez que respira y siente como poco a poco su olor invade sus venas.
Se contenta con eso.
Nunca le dijo nada, aunque a menudo le dedica largas charlas telepáticas. Sin importarle que muchos la llamen loca, por estar seguros de que nunca algo como ella pueda elaborarlos, cree fervientemente en la conexión de sus pensamientos. Incluso puede afirmar que más de una vez se han cruzado en los pasillos de la vida. Si, aunque fuera una redundancia…
Varias veces la llevó por delante. En cada oportunidad la notó al instante, la sintió y la reconoció, pero siguió de largo. La misma fuerza con la que la deseaba se le volvía en contra cuando la tenía enfrente. Ni siquiera giraba para espiarle la espalda.
Le cuesta mirarla. No soporta el impacto de sus ojos cuando la descubren queriéndola con los suyos. ¡Se molesta tanto cuando eso pasa! ¿Cómo podía temer a algo que quería tanto?
Tiempo al tiempo, se repite cada vez que siente sus pasos llevársela lejos. Adueñándose de palabras amigas, se consuela susurrando a su propio oído que parece que no, pero a medida que pasan los días, le robás un pedacito más de tu propia vida al tiempo y agregás una página nueva a tu historia, a esa que te morís por protagonizar. Se acaricia la cabeza y se hace compañía.

viernes, abril 25

..PuNtO..


Entonces amaneció decidida. Decidida y harta. O de tan harta, decidida. Como sea, la decisión estaba tomada. Luego de interminables charlas consigo misma, que no acababan ni cuando le ponía fin a sus días, ya sabía exactamente lo que debía hacer. No era tan difícil. Además, lo había hecho más de una vez. La onda era ponerse firme, fijar la mirada y abrir la boca. Darle vía libre a todas esas palabras que hacía tiempo venía masticando y masticando. Se sentía una vaca ya de tanto rumiar frases hechas. Todo eso que alguna vez sintió había perdido sentido de tanto ir y venir por las vías digestivas. Lo que alguna vez fue sentimiento genuino, de repente ya no lo era tanto....
¿En verdad le generaba todo eso o ya se había hecho adicta al juego? No podía saberlo aun… Supo desde chica que tenía conductas adictivas. Y poca voluntad para abandonarlas. Sin embargo, esta clase le dejaba una resaca horrible. Desorientación, silencio, mal humor… dejaba de ser divertido.
Vamos, era el momento. A respirar hondo y a saltar…

jueves, abril 17

..PéRdiDa..


Sus ojos se perdieron en algún invierno pasado. Esos ojos tan lindos que tenía, dueños de una mirada raramente dulce, vaya a saber donde se perdieron…

Me animo a decir que se fueron detrás de sueños. Y me atrevo a semejante hipótesis porque muchas veces lo escuché relatar ideales, y muchas veces fui testigo de sus lágrimas en cada uno de esos cuentos. Era en sus ojos donde uno podía leer cuánto amor depositaba en utopías. Seguramente debieron haberse ido detrás los aromas de alguna de ellas…

Supo ser niño mimado, adolescente inocentemente rebelde, y hombre supuestamente entero. Ser de inacabale orgullo, su ego lo desbordaba a menudo, ocultando su enorme ternura. Supo ser payaso entre los más chicos. entre ellos siempre se sentía más a gusto. Era un maestro de la risa, y sabía dibujar mejor que nadie. Más que ningún otro adoraba hacerlo. Tras el paso del lápiz, lograba revivir en un pedazo de papel, la realidad... y la irrealidad.

Y con esa habilidad, que con él nació, supo trazar caminos osados, que atravesaban lagos y bosques. Playas serenas y mesetas gigantes. Mundos imaginarios que ocupaban en su mente el lugar del verdadero. Allí vivía porque así lo elegía, mañana tras mañana, cigarro tras cigarro.

Con el mismo trazo también supo incluir, en sus rutas imaginarias, las sorpresas que le traía la vida. Cuál joven bien educado, nunca dejó de agradecer cada regalo del destino. Cuál joven bien educado, nunca le dio importancia a ninguno de ellos. Muchas gracias, no se hubiera molestado, y al depósito. A un costado. Sólo adornos de sus viajes, meros agregados terminaron siendo las pérdidas y los reencuentros, las oportunidades únicas y los inesperados fracasos, la mujer, los hijos y los perros, también….

De vez en cuando vuelvo a buscar con mis ojos a sus ojos. Entonces los cierro y trato de imaginarme bajo algún arbol de alguno de sus universos de mentira. Mientras él pesca a lo lejos, en aquel lago también de mentira. No se da vuelta, no me devuelve sus ojos. Abandono ese mundo y me voy a otro. Y así los ando buscando de tierra en tierra, porque de verdad que los extraño.

Y si bien no los conozco como algunos otros, como aquellos que saben donde están perdidos pero se cansaron ya de invitarlos al regreso, siento pena.

Pero no por lo triste que, me imagino, debe ser andar por la vida con la mirada vacía, sino por lo doloroso que debe sentirse el saber que fueron los ojos los que tuvieron que abandonarlo a uno para correr sueños, sin que el resto del cuerpo quieran acompañarlos.

¿Cómo pudo dejarlos ir? A los ojos y a los sueños. Él, que sigue embanderándose con ellos, que sigue vendiéndose como el que los lleva en lo más alto. Él, que para tapar tan enorme agujero en su alma, vive de los que sueñan otros.

Trato y trato, y no encuentro a sus ojos. Hace años que los busco, pero no aparecen. sus lágrimas me ilusionaron un par de veces. Las confundí con señales de tan ansiado regreso. Pero no. Se ve que puede seguir derramándolas. Se ve que sólo ellas quedaron… como para que sienta que todavía siguen en su sitio. O como para que recuerde que alguna vez se escaparon. Y no volvieron.

lunes, abril 7

..DisTAnCiA..


..Tratar de que te caguen lo menos posible..
Las palabras martillaban cada vez más fuerte en su cabeza. Y eso que ya habían pasado más de un par de horas desde que las había escuchado. El ruido que hacían no la dejaba dormir. Ni siquiera le permitían mantener los ojos cerrados por mucho tiempo. Estaba tan cansada…
Con qué fuerza combinó las letras esa noche. No la creía capaz de semejante conclusión. Y si bien por un lado se sintió orgullosa y aliviada -¡por fin una señal de que vivían en el mismo suelo!- no le gustó para nada reconocerla de esa manera. Era ella pero no. La misma de siempre, pero no. Nunca hasta entonces la sintió tan lejos. Poderoso juego de palabras, definitivamente significaba una posición de renuncia, de redención. Postura que detestaba. Recelo que cada día tomaba más fuerza.
Acostada de costado, en posición fetal (siempre amanecía de la misma forma), sus pupilas apuntaban a la persiana del cuarto, pero su mirada veía otra cosa, sucedida en otro lugar, unas horas antes. Ahora estaba confundida. No sabía si la imposibilidad de digerir esas palabras venía de su significado o si era provocada por ser de esa persona la boca de donde salieron.
¡Ay! Sí… Como dolía asumirlo. Dolía entender que los senderos pueden abrirse de repente, sin importar que hayan ido a la par casi una veintena de años. Sin embargo, lo que lastimaba no era la diferencia, la contrariedad. Sino la indiferencia, el hermetismo, la oscuridad. El rebotar en la cara del otro, de ese que creía hermano. En esa misma cara que creía conocer de memoria, y que la indiferencia, el hermetismo, la oscuridad, habían vuelto más dura que el mármol. Y tanto más fría...
Por fín pudo juntar los párpados. La invadió una sensación extraña., ¿de redención también, de resignación? Mierda, no le quedaba otra. Después de todo, los amigos de la vida mantienen, aunque sea de una puntita, para siempre sus almas soldadas. Montones de momentos como esa noche seguirán acumulándose en el corazón de ambas. Pero aún en el abrazo más fuerte, los dedos de sus pies estarán separados por un abismo grande como el amor que se tienen. Más grande que el sol.

sábado, abril 5

..dESesPeRacIóN..


Sólo un paso. Medio, quizás. Y estás petrificado, como soldado al suelo. El ritmo que traías, ese tranquilo, pero constante, se cortó de repente. ¿Qué pasó?

No más que un puñado de centímetros te separan de la vereda, de la otra orilla. De tu sueño. Los segundos pasan, y comenzás a impacientarte. La realidad, que hasta hace un momento no era más que eso, normalidad, se convierte en un reloj de arena gigante. Y ves caer los granitos de arena uno a uno, a mil por hora. Te ensordece el ruido que hace cada uno contra la montaña que los otros que se acumulan, que ya murieron.

El alquitrán de la calle se vuelve cada vez más líquido. Sentís cómo te come de a poco. Te atrapa.


miércoles, marzo 26

..CoMpaÑíA..

Siempre le pasaba lo mismo. Por algún motivo u otro, se le interponía en su camino y, desde hacía un tiempo no había día que no terminara pensando en ella. Dos años hacía ya que su recuerdo lo acompañaba a diario.

A veces era alguna melodía la que la traía de lejos. Otras, su nombre lo sorprendía colado entre las letras de un cartel publicitario. Pero las peores, las que lo dejaban sin aire, eran las oportunidades en las que se cruzaba con su perfume. Ah, si… ahí si que sentía cómo algo dentro suyo dejaba de ser…

Habían compartido más de un centenar de atardeceres, miles de mates, alguna que otra película y mucho silencio. No fueron más de una decena los momentos en que disfrutó a solas de su ser. Su sola presencia lo dejaba mudo, y hasta le constaba mirarla a los ojos.

Era una mujer normal
, sencilla, de esas que suelen pasar desapercibidas. Pero él adoraba como arrastraba sus pies al caminar, producto de su crónico desgano; la forma en que su pelo rozaba su cintura; la mueca que hacía con sus labios cuando estaba nerviosa…. En fin, no era más que una rubia de ojos pardos y mediana estatura, la más normal de todas las rubias del planeta. La más hermosa de todas para él.

Las imágenes que se apoderaban de su mente cuando la realidad dejaba de ser para convertirse en Verónica
, así se llamaba, no eran precisamente las que sus retinas habían guardado de su cuerpo desnudo. No las había olvidado, por supuesto. Si hasta podía repetir de memoria cada pliegue que cortaba la suavidad de su piel, desde su nuca hasta a planta de los pies. Pero no era esa la versión de aquella mujer que más lo paralizaba.

Sus pasos dejaban de sonar a soledad cuando en su cabeza volvía a recrearse
, una y otra vez, la figura de Vero sentada frente suyo en aquel vagón de tren. La luz de la ventana bañaba su cara, como lo hacía en cada diario recorrido de los kilómetros que separan su Remedios de Escalada de la populosa Constitución. Casi nunca interrumpía la contemplación de todo lo que pasaba rápido por el cuadrado de vidrio para mirarlo. Sólo de vez en cuando lo hacía.. con los ojos entrecerrados y la nariz fruncida producto de la leve pero agradable molestia que le ocasionaba la claridad. Adoraba la claridad. Lo miraba así, sólo unos segundos. No hablaba, y volvía a girar la cabeza. Suspiraba. Eso era todo.

Compartían mucho el silencio. Y a pesar de que siempre prefirió el derrochero de palabras sólo por usar el aire, una de las pocas cosas por las que no tenía que pagar en esta vida, con ella era distinto. Ambos disfrutaban del silencio. Aún hoy no sabe dónde hallar las razones para explicar tal hobbie, pero prefiere robarle a Calamaro algunas letras y entenderlo como una “cuestión de amor extraño”.

Dos años ya. Dos años repletos de momentos interrumpidos por la misma imagen. El vagón, la luz de la ventana, Vero y su nariz fruncida. El silencio. Y así pasa el tiempo, a veces sin ella, y a veces con esa especie virtual, aunque potente, de compañía. Siempre en silencio.

jueves, marzo 13

..qUIeTud..


El miedo paraliza. Silencia. Obliga a ocultar.
Logra mentirle a casi todos, menos a su propio reflejo.
La que mira de otro lado del espejo sabe, y se lo refriega en la cara.

lunes, marzo 10

..RedEs..


Amaneció segura de su conclusión. "No quiero ser más esto, quiero sentirme otra persona", repitió mentalmente, aunque con tanta fuerza que hasta tuvo miedo de que sus palabras despertaran a los vecinos de piso. Todavía estaba acostada. El apoyo de su pie izquierdo en el suelo y el impulso con el que se levantó le sirvieron como en punto final con el que cerró la oración escrita por su pensamiento. El sol manchaba apenas su balcón y eso la ponía contenta. Prendió la ducha, se desnudó y se zabulló en la lluvia bien caliente, como a ella le gustaba.
Aún con grandes bolsas que subrayaban sus ojos, oliendo a perfume del shampoo y con dos o tres mates en el estómago cerró la reja de un portazo, como siempre. Comenzó a andar y, como quien pone en foco la lente de una cámara, empezó a sentir que la seguridad que la levantó de la cama se quedaba en cada paso que daba. El gran espacio que hora y media atrás ocupaba aquella gran certeza, se llenaba con interrogantes. “Y eso que hoy es un día hermoso”, se asombraba, asociando casi al unísono el hecho de que algunos reyes maldicen los días así… Poco a poco la melodía se apoderaba de sus pensamientos. No borraba las preguntas, las molestísimas y siempre presentes preguntas, pero lograba arrinconarlas, adormecerlas y mantenerlas en silencio durante unos instantes. Por lo menos hasta que llegara el punto en donde no se acordara de cómo seguía la letra de la canción.
Las frases difíciles de aquel rey sí que eran más fuertes que los pesados signos. No así el tan taran tarararantan de su mala memoria. Entonces contraatacaban a medida que divisaba el bondi a un par de cuadras. Era increíble. Podía imaginarse el interior de su cabeza como un gran tejido de preguntas. Porque una se respondía con dos o tres, así que no hacían falta ni siquiera una decena para que en pocos minutos el bocho se le transformara en un total quilombo. Uno veinte, por favor.
Se acomodó como pudo, entre el codo de un señor trajeado, las maniobras de un chofer que pareció haber tenido la peor noche de su vida, la mochila de un púber y el mal aliento de una vieja. Cerró los ojos, que aún seguían acompañados de las bolsas, y se acordó de él. Del abrazo de sus palabras y de aquel otro, más fuerte, que luego le dieron sus ojos. Fue la segunda sonrisa que tomó su cara por asalto. La primera la sufrió en la ducha, pensando en otro persona. Volvió a abrir los párpados y el chico que intentaba su mejor pose popstar frente al espejo retrovisor del gol que manejaba fue el culpable de la tercer risa de la mañana. Acompañada, esta vez, con un poco de ruido. Pero el cantante de automóvil compartía la ¿agradable? responsabilidad con la imagen mental de otros tiempos. De esos buenos, de esos firmes. De esos que llegan con tanta fuerza que logran esfumar toda pregunta. Y es otra la cadena de asociación libre que comenzó a tejerse, no de interrogantes, sino de buenos momentos inmortalizados en forma de instantáneas. Seguramente alguno de ellos interrumpirá las uniones con nuevas dudas, porque traen personas o hechos que para ella son grandes y eternos ¿QUÉ? No le importó. A través de ellos recorría cada parte de su ser. Y volvía a ser ella, mientras se llenaba otra vez de fuerza. Por lo menos, durante el tiempo que duró que viaje en colectivo.

martes, febrero 5

..dEscUBrImIENtOs..


Si uno mira con detenimiento, si presta atención, se dará cuenta de que siempre hay cosas nuevas alrededor. Siempre hay paisajes, objetos y caras que no andaban por allí el día anterior. Ni siquiera el instante pasado.
Y si aún uno mira con más paciencia, si logra sacar de foco a lo cotidiano e intenta romper su cortina de hierro invisible, logrará encontrar mundos desconocidos. Mundos que son este mismo y a la vez otro. Son otros sus protagonistas, otras las formas de pensar, otras las costumbres.
Pero ojo, porque una vez que fueron descubiertos, esos universos te absorben, y ya nada tiene más sentido que el funcionamiento en base a sus reglas.
Porque allí se respira un aire nuevo, le explicás a quien quiera oirte, un aire limpio. Allí, la esperanza corre por las venas de sus habitantes, y más fuerte que en ningún otro lado, justamente porque eso es lo único que sobra. De eso se alimentan, de eso viven. Porque sí se puede. Y lo demuestran a cada instante. Allí, amor no falta. Tampoco ganas de futuro.
Sólo silencio del otro lado. Un silencio que tensa, poco a poco los hilos que atraviesan tu garganta.
Por esos pagos, donde todos piensan que ya nada queda, y que cada vez queda menos, existe la semilla de todo lo que viene. A la falta de comida ellos responden con ideas y sueños llenos de bronca. Pero sueños son al fin. ¿Y quien se atreve a anularlos?
Y nada. Tus palabras rebotan en los muros de la indiferencia.
No importa, te dijeron alguna vez. Y una leve sonrisa aparece junto con el eco de aquellas palabras que alguna vez entraron por tus oido derecho, y que el izquierdo no dejó escapar. Pronto esos sueños se apilarán formando una pared mucho más alta que tu muro. Y lo van a saltar. Y lo van a dejar atrás, pero se van a dar vuelta y les van a extender la mano para que construyan juntos un nuevo mundo… Muy pronto.

jueves, enero 31

..InVenTaRiO..


Tengo millones de palabras revoloteando en mi cabeza que cada vez que empujan para salir, lo hacen formando una combinación diferente y queriéndome decir cosas distintas. Me marean, me confunden por momentos, pero no mienten. Y nacen de a poco, despacio… como estas.

Tengo un alma que explota de ganas, de mucho y de todo. Tengo mil cosas que hacer y que casi ni entran en las 24 horas que tienen mis días. Y tengo un cansancio feliz y permanente que refleja todo aquello.

Pero también tengo un conjunto de miedos que me paraliza el cuerpo cada vez que intento determinadas cosas, me encuentro ante ciertos seres o me asaltan inciertas situaciones. Miedos que son como las cabezas de la hidra que Cortázar intenta matar porque lo agobiaban, tanto como ellos a mí. A algunos les gano de a partidas, otros me cuestan un tanto más, pero todos me atan de pies y manos, me cosen la boca y meten mi cerebro en un freezer… y me dejan así…

Tengo debilidad por los días de verano, el pan, el cigarrillo y los besos en el cuello. Y también tengo un corazón que archiva imágenes de momentos, de charlas y personas; conserva gustos, aromas y sabores; y hace las veces de incubadora de nuevos proyectos, les da calor y los alimenta hasta que estén maduros.

Tengo, por suerte, una familia fuerte y entera, que por momentos se niega a dejarme ser y por otros me empuja al mundo de prepo. Una familia con la que acuerdo en casi todo y en casi nada, con la que a veces nos cuesta entendernos y que, por momentos, de tan adentro que los tengo no me animo a soltarle la mano.

Cuento con una biblioteca repleta de libros por leer, algunos propios y otros prestados. Tengo cuadernos cuyas hojas están habitadas por ideas imposibles y sentimientos indefinidos, conclusiones por la mitad y promesas que un día fueron mías.

Además tengo voces, manos y orejas amigas que me miman, me escuchan y aconsejan. Me dan calor, me dan amor y caricias. Algunas golpean, otras me besan. Me regalan estrellas, me llevan a pasear por lugares que son sólo nuestros y me prometen sueños. Compartimos cielo, aire y suelo. Por momentos somos uno y por momentos muchos. Comparten mi mundo.

Y por todo esto que tengo, cuando a veces se me ocurre pensar qué es lo que me falta, qué es lo que quiero, siempre termino pensando lo mismo: nada me sobra, pero nada me falta.
Así como estoy, no necesito nada.

lunes, enero 21

..iNStAntAnTes..


Lo mira. Lo recorre despacio con las pupilas. Cada centímetro que repasa le despierta un recuerdo, le genera una sensación. Y lo imagina siendo. Ya se lo aprendió de memoria, pero siempre que repite ese proceso descubre cosas nuevas... ¿será por eso que no se cansa?
Durante esos instantes no está en donde en ese momento está, sino en otro lugar. Y tampoco lo piensa haciendo lo que en ese momento hace. Lo inventa de mil formas, siempre distintas, siempre nuevas. En su imaginación él es él, y a la vez otro.
Son momentos fugaces para el tiempo convencional, que se vuelven eternos en su mundo. Y los disfruta tanto que hasta a veces teme que se le escape la sonrisa, o que sus ojos la delaten.
Ahí es cuando despierta y vuelve al mundo real. Ahí, donde le habla sin miedo. Ahí, donde lo roza aunque no como quisiera, y donde lo mira siempre. Ahí, donde todo vuelve a empezar.