domingo, noviembre 23

...oTrA...


Camina mirándose los pies descalzos. Gira en ángulo recto, tal como indica el camino de lozas color arena, hasta llegar al lugar indicado.
No levanta la vista, no quiere mirar lo que tiene enfrente. No se anima.
Da un paso con el pie izquierdo, y el derecho va luego a su encuentro. Los dedos desnudos, en el aire, se doblan aferrándose al borde, marcando el comienzo del ritual. Casi al unísono se agolpan la flexión de rodillas, la gacha de cabeza sobre la que se unen, palma con palma –como formando un cofrecito--, los brazos extendidos, para culminar en un envión que eleva el cuerpo. Ahora las manos son las guías, que van dibujando una parábola en el aire cuyo y obligan al cuerpo a seguirla.
El fin se precipita.
Con los ojos cerrados y sin pensar más que en la perfección de cada movimiento, se zambulle en ese universo desconocido.
De lleno.
(…)
Y allí nada… en la nada misma.
(…)
Adora hacerlo. Si la vida se lo permitiese, se quedaría horas allí dentro, recorriendo cada hueco que esa sustancia –por nombrarla de alguna forma-- logra generar sin necesidad de moldes, por las características de su composición misma.
La arrolla, la abraza, la invade ese cuerpo volátil y denso a la vez, convirtiéndose en el mejor habitat. Un elemento conformado por infinidad de minúsculas partículas que son, a la vez las más interminables incógnitas. La sorprende en cada ocasión, sin importar, menos, los esfuerzos que realiza luego para fijar en su memoria cada uno de sus detalles.
Y nada, se pasea por ese universo hasta donde le da el aire, hasta donde alcanza su alma.
(…)
Hasta ahí.
(…)
La zambullida se completa y, de a poco, los pulmones se vacían ejerciendo cada vez más presión en la cabeza. Es momento de salir a la superficie, al mundo de los que disfrazan al amor de razón; a la razón de instinto y a éste último de complicidad. A ese donde la entrega y la pasión son sólo detalles molestos.
Empapada de misterios, chorreando encrucijadas ajenas que de tanto intentar resolver se volvieron propias, recorre el mismo sendero de regreso.
Tal cual lo dibujan las lozas color arena. Y sin levantar la cabeza, por miedo a enfrentarse a todo aquello que tiene enfrente, camina lento mientras intenta, con fuerza, fijar cada nuevo detalle descubierto.

1 comentario:

Facundo Gari dijo...

Informe: Ailín Bulentini.

No fuiste vos la que me dijo "firmá todo"?

Beso, Ai.