miércoles, febrero 17

Lista


Rara. No se, estoy como triste. También yo. Me cansa ser tan ciclotímica. Supongo que es por el clima. Influye mucho en mi humor. Nada en especial. Tampoco en mí. Qué extraño. ¡Es el clima! Estoy convencida.No, no. No creo en las casualidades. Sé que hay una causa en mi melancolía. Una o variasEn la mía no. Te juro que me tira el clima. No soy mujer de frío. Yo no soy de soledad. A veces el silencio de la soledad de la rutina me aturde.
Tengo ganas de reir hasta que me duela la panza. Yo, de leer hasta dormirme, con la ventana abierta. Eso hice ayer. Me dormí y desperté a los 15 minutos. Y enganché V for Vendetta y me dormí para siempre. Leí y me enamoré de una mujer. Siento una atracción bastante fuerte por las mujeres.
Todas queremos ser La Maga. Es hermosa La Maga.
Todas queremos ser hermosas.
Yo me enamoro de ella. Siempre, a cada oración. Me fascina esa mujer. Claro.. es distinto. A mí me pasa que me identifico, les robo pedazos. A mi también me pasa a veces. Es eso que vos decís... Eso siento tremendamente, todo el tiempo. Camino por la calle y me desvivo mirando mujeres. A todas les encuentro elementos que envidiarles. Ese sentimiento feo. Lo tengo muy adentro últimamente. La envidia. Es feo, no lo quiero. Que se vaya. Sácalo de ahí...
Sí, es feo. Es como una garrapata que se prendió en mi cuello. Lo ví, pero lo dejé crecer mucho. Me olvidé de sacarla. Me olvidé de sacarla porque no me estoy queriendo demasiado estos días. No sé; no hay por qués. Mi nivel de amor propio asiende y desciende tres millones de veces al día. Qué feo eso. Y en estos últimos no creció lo suficiente. Es normal. Nadie se ama todo el tiempo. No sé si es normal para todo el mundo. Sé que es normal para mí. En mí, es normal que el nivel varíe y también es normal que no esté nunca al palo.
¿Por dónde viene el tema de la envidia? Siento que todos tienen cosas que a mí me harían feliz. De todo, de lo que te imagines. Es mi pasatiempo el encontrar carencias propias en tenencias ajenas. Sos tan clara con lo que te pasa. Río al reconocer lo que me pasa, pero es risa de pena. Sos tan trasparente. A veces uno llora de alegría. Bueno, yo me río de tristeza. No jodas...Es sano, boluda. Es sano, me hace bien. Es un estado, vos no sos envidiosa. No, el problema no es la garrapata, sino que haya "olvidado" de arrancármela del cuello.
¡Escribí! Sacá la mierda...
ESTOY POOOOOOOODRIIIIIIIIIIDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
Quiero ser azafata. Yo stripper. Uy, si, qué lindo. Quiero que fumar no sea perjudicial para la salud, o que por lo menos no le moleste a mi garganta. Quiero que me provoque la misma sensación de placer que hace un par de años atrás. Qué lima. Cuando fumaba uno después de coger y era como darle continuidad al último orgasmo. Quiero fumarme el atado entero que tengo en la cartera. Quiero coger. Quiero tener un par de piernas guardadas en el placard para enredarlas en las mías cada vez que me duermo. Yo quiero tener masa. Y a un hombre perfecto que venga cuando quiero, nada más, cuando quiero. Quiero que exista un aparato que pueda estirar mi cuerpo tanto como sea suficiente para que me deje de dolerme. Un hombre que piense y diga lo que quiero y que me garche y se vaya a su casa. O duerma conmigo si quiero y si no, no.
Yo quiero un hombre que sepa leerme y dibujarme. Y adivinarme. Adoro que me adivinen. Me aterra que me lean, mucho. Porque yo sé leer a la gente. Yo no. No sé si no es que no sé o si la vida se empeñó en hacer de todo lo que yo pienso, creo y supongo, lo contrario. Quieeeeeeeeeeero.... eeemm... Quiero que mi cabeza funcione como antes. Se le quemaron fusibles y no encuentro repuestos. A vivir, nena, a vivir. A disfrutar, a sentir la brisa en el cuerpo, a tirarse un pedo mágico, a tocarse, a quebrar de placer al escuchar un sonido, a sentir el cuerpo al sacarse una remera, a dormir pensando en despertar contenta. De eso se trata. Estás más despierta que nunca, por eso te duele...Descansá un toque, ¡descansá! y recueperá el amor por vos.
Quuuiiiiieroooooo... que venga alguien que sepa tocarme el corazón con sus manos y que no se vaya nunca más. Debería aprender a tocarme yo el corazón. A mí me voy a tener siempre. Pero yo no me toco bien; no soy dulce. Sos dulce con todos, menos con vos. Quiero que venga alguien que sepa como ellos, y que no se vaya nunca más. Ellos te lo tocan, hasta por recordarlos ahora. La gente que te toca el corazón no se va. Están en tu cartera.
Quiero descansar, eso quiero.
Y vos andate. Que nadie te llamó. ¡Andate y no vuelvas!

*¡Gracias, Locura!

domingo, diciembre 27

Le propusieron que escribiera un deseo, el suyo, en un pedacito de papel. “Quiero una ventana”, trazó. Ahí empieza el relato, y ahí mismo me pierdo…
¿Cómo que una ventana? Sí. Una de esas que se abren en varias de las paredes de una casa. De esas que a cualquiera le costaría imaginar que faltasen en una habitación. Logro figurarme el objeto de ese deseo, aunque me resulta ilógico que eso, una ventana, pueda ser anhelado por alguien, descontando las personas que sobreviven en las cárceles. Menos por un nene. O no. Porque tanto más inesperado es que un adulto desee una ventana.

Una ventana…
¿Qué hay de particular en una ventana?, ¿qué, de atrayente, divertido, supremo?
Nada, pienso mientras recorro las habitaciones de mi cuarto y me encuentro con una de ellas, enorme. Rápidamente mis ojos se escapan y viajan por el aire contando todas las ventanas que hay en la casa de mis viejos. Colman hasta desbordar los dedos de mis dos manos.
Es normal que los espacios cerrados tengan ventanas. Nada de particular les encuentro, entonces. Ni de atrayente, divertido. Mucho menos supremo. Y él escribió que deseaba una.
La reflexión dura unos pocos instantes y acaba en el justo momento en que la segunda parte del relato me da la pista fundamental. Y el tono con el que llega esa segunda parte, la leve suposición de que el que lo cuenta hizo el mismo y casi instantáneo recorrido mental, antes de que la realidad le inyectara por los ojos la explicación, ese suero paralizante, gélido. Ese monstruo gigante tan invisible para tantos.
“Vive en una casilla de chapa. Parece una caja de zapatos. No tiene ventanas”.
La deducción concluye, la mescolanza de dudas cuaja en certezas. Y yo me siento una obtusa. El monstruo cantó “pica para todos mis compas” mientras yo, incapaz de correrme de la línea predecible de mi realidad, buscaba la explicación en las respuestas a preguntas equivocadas.
No se trata de desear una ventana por sus características, sino por sus cualidades. En el ¿qué permite una ventana? y en las miles de respuestas a ese interrogante se esconde el fundamento del deseo de aquel pibe.
Desde el centro de una pieza de chapas, una ventana es la puerta de entrada –o de salida-- al mundo, a ese que puede ser una mierda, pero que ofrece opciones, historias, caminos y otras puertas, otros mundos; pasadizo directo al sol; tubo de oxígeno. En una caja de zapatos, una ventana es aquello que condena con la pena de muerte a la oscuridad y al encierro; es una tarjeta vip de ingreso a la imaginación y a la vida.
Entonces, comprendo el anhelo de ese pibe, pero desde la distancia abismal que marca mi existencia: una hecha de paredes de cemento repletas de ventanas. Una distancia que sólo me permite comprender, pero no sentir.
Me toca de nuevo contar en la escondida, luego de haber aprendido a usar las ventanas de mi vida para cantar piedra libre a la realidad, y a caminar con más ganas todavía de seguir abriendo ventanas en cada pared que encuentre.

jueves, diciembre 10


...Pesa el cuerpo. Cómo pesa... Pesan en el cuerpo tantas armaduras, tantos disfraces, tantas capas acumuladas.Arde la carne al intentar arrancarlas, una a una, y brotan las lágrimas.
Quiero estar desnuda frente al espejo, de una vez y para siempre...


viernes, octubre 2

..OtrO díA MáS..


…Cierra los ojos y se encuentra.
El cansancio asoma y empieza a pesar.
El mundo que la envuelve dejó de existir por un segundo y entonces, es sólo ella.
Se recuesta sobre el respaldo y se deja tentar por el mecer del motor que la lleva.
Su espalda se lo agradece. ¡Cómo le gustaría estar descalza!
Como todos, el día fue otro al que trazó mentalmente, no bien la despertó la música. Dice que le cuesta. Lo recalca a gritos. Pero siempre se deja llevar, y eso no está mal.
No es regalarle las riendas a otro, sino compartirlas para andar juntos.
Es ella ahora, en la oscuridad más ciega que el negro puro.
Es ella frente al papel; ella en explosión de risas y en el calor de abrazos que todavía están frescos. Es ella bajo el sol, bajo las sábanas de camas compartidas, bajo el agua caliente que limpia el polvo de su piel sin borrar huellas.
El ella en melodías que la calman; frente a miradas que la encuentran extraña, a otras que por poco la descubren, y a unas pocas que siempre le devuelven su más genuino reflejo.
Es ella en ideas que la recorren hasta tomar forma en la voz de otros.
Ella y su sendero.
La noche de la ciudad vuelve a correrla del centro.
Sí que es pesada la mochila del cansancio. Pero qué rico huele…